Ir al contenido principal

Aquí estoy.



Pensé que podía malgastar mi vida sin consecuencia alguna,
que podría hacer lo que me placiera sin necesidad de darte cuentas.
¿Cómo puedo ser tan malagradecida?

Me alejé por el camino que me pareció correcto,
quizá pensé que sería divertido, que sería fácil.

Me dijiste que te escuchara, que me guiarías por sendas de paz
pero seguí caminando sin mirar por dónde estaba pisando...

Una a una me tragué las mentiras que me ofreció el mundo,
voces y más voces, a mi parecer, muy sabias.

Las escuché y canté su melodía.

Un día me desperté en medio de un charco de asqueroso lodo.
Tierra sucia, barro indeseable, polvo de lágrimas.

Me quedé sentada durante unos instantes, me dije a mi misma que debía ser fuerte,
que no tenía nada de malo, que todos estaba allí.
Poco a poco las voces rompieron mi silencio y comenzaron a hablar de nuevo.
Esta vez presté atención y las voces que me habían parecido tan sabias en realidad sonaban tan confundidas como la mía.
Entonces caí en la cuenta ¿Qué estaba haciendo yo allí?
Yo no soy del mundo, yo no debería estar aquí.

Me levanté llorando y con la ropa desecha, con un hedor insoportable corriendo por mis venas y con la cabeza baja por la verguenza.
Me arrastré para salir del lodo, ese mismo lodo del que tú me sacaste; ese mismo lodo al que volví por mi cuenta.

No soy digna de ser llamada tu hija, Señor.
Perdóname, perdóname, perdóname...

Te pude ver a lo lejos y caminé hacia tí.
Padre, perdóname, he pecado contra ti y no soy digna de ser llamada hija tuya.

Entonces me abrazaste con amor y ternura, no te importó mi atuendo desgarrado ni las heridas descubiertas, me tomaste entre tus manos de nuevo y me limpiaste con cuidado.
El hedor se conviritó en perfume y mis heridas sanaron.

Ni siquiera pude empezar a hablar de mi pasado ,"yo te he perdonado" me dijiste.

No volveré al lodo jamás Señor, porque aquí, a tu lado es a donde pertenezco.
Gracias por dejarme volver a ti Padre.

"Dichoso aquel 
      a quien el Señor no toma en cuenta su maldad       y en cuyo espíritu no hay engaño." Salmo 32:2

El hijo pródigo

Comentarios

Hermosa manera de describir la caída y el regreso de un hijo arrepentido. Gracias.

Hay épocas en nuestra vida que, por descuidar nuestra comunión con el Padre, dejamos de tener cuidado y comenzamos a comer de todo. Y nos indigestamos. Caemos, directo al lodo, como bien lo describes.

¡Gracias a Dios por tu regreso a casa, con tu Padre celestial!

Y gracias a Dios por tu decisión de no regresar al lodazal.

Que Dios te siga bendiciendo.
Lu Ann ha dicho que…
David: Muchas gracias :) Igualmente.
Gugo ha dicho que…
Porque a todos Dios nos rescató del lodo del pecado... (y)

Gracias a Dios por Su mensaje tan bellamente compartido, gracias a Dios por utilizarte y por estar dispuesta a hacerlo.

Entradas populares de este blog

Él perdona...

Ya está. Conocemos lo que hay que hacer para arrepentirnos de nuestros pecados. Sabemos que Dios nos perdona. ¿Lo sabemos? Pero... existen cosas en nuestro pasado que guardamos bajo llave muy, muy en lo profundo de nuestro corazón. No queremos que nadie lo sepa, es más, ni siquiera queremos recordarlo nosotros mismos. Pero es parte de lo que somos y es lo que nos trajo al lugar en donde estamos ahora, sea bueno o malo. Algo nos pesa, venimos arrastrando un algo desde muchas millas atrás. Es entonces cuando tienes que detenerte y revisar tu cofre de secretos. Algo allí no anda bien. Algo allí te detiene. ¿Por qué? Entonces quizá contra nuestra voluntad, recordamos ese algo que habíamos logrado ignorar por un rato y nos damos cuenta de lo mucho que nos pesa. Caemos en la cuenta de que nos está hiriendo el pasado y quizá dudamos si Dios podría perdonarnos eso. Pero no lo dudamos porque sea algo que haya que cuestionarse. Dios perdona. El lo prometió. El perdona a los que se a

Afan...

"Por eso les digo: No se preocupen por su *vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa?" Cómo miles de personas en México, mi familia no se libró de los estragos de la crisis económica. No me había dado cuenta de cuánto estrés estaba reteniendo dentro por lo mismo. No es la primera vez que atravezamos momentos difíciles, sólo que entonces era muy pequeña como para darme cuenta. Ahora, que manejo en mi diario vivir un poco más de capital para gastos escolares, recreativos o necesarios, puedo sentir la preocupación de saber administrarlo correctamente. Ese miedo de derrochar las cosas... esa sensación de impotencia. Gracias a Dios por que Él siempre cumple sus promesas, nunca nos ha faltado ni nos faltará que vestir, dónde dormir o que comer. No estamos en el hoyo ni mucho menos, pero las carencias comienzan a sentirse. Esa presión. Pero hoy, mi papá compartió con nosotros un