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La Paradoja de la Navidad



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Afan...

"Por eso les digo: No se preocupen por su *vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa?" Cómo miles de personas en México, mi familia no se libró de los estragos de la crisis económica. No me había dado cuenta de cuánto estrés estaba reteniendo dentro por lo mismo. No es la primera vez que atravezamos momentos difíciles, sólo que entonces era muy pequeña como para darme cuenta. Ahora, que manejo en mi diario vivir un poco más de capital para gastos escolares, recreativos o necesarios, puedo sentir la preocupación de saber administrarlo correctamente. Ese miedo de derrochar las cosas... esa sensación de impotencia. Gracias a Dios por que Él siempre cumple sus promesas, nunca nos ha faltado ni nos faltará que vestir, dónde dormir o que comer. No estamos en el hoyo ni mucho menos, pero las carencias comienzan a sentirse. Esa presión. Pero hoy, mi papá compartió con nosotros un ...

Aquí estoy.

Pensé que podía malgastar mi vida sin consecuencia alguna, que podría hacer lo que me placiera sin necesidad de darte cuentas. ¿Cómo puedo ser tan malagradecida? Me alejé por el camino que me pareció correcto, quizá pensé que sería divertido, que sería fácil. Me dijiste que te escuchara, que me guiarías por sendas de paz pero seguí caminando sin mirar por dónde estaba pisando... Una a una me tragué las mentiras que me ofreció el mundo, voces y más voces, a mi parecer, muy sabias. Las escuché y canté su melodía. Un día me desperté en medio de un charco de asqueroso lodo. Tierra sucia, barro indeseable, polvo de lágrimas. Me quedé sentada durante unos instantes, me dije a mi misma que debía ser fuerte, que no tenía nada de malo, que todos estaba allí. Poco a poco las voces rompieron mi silencio y comenzaron a hablar de nuevo. Esta vez presté atención y las voces que me habían parecido tan sabias en realidad sonaban tan confundidas como la mía. Entonces caí en la c...

Te voy a contar una historia...

Había una vez, una pequeña niña que vivía en armonía con su familia, sus amigos y sus hermanos de la iglesia. Ella asistía con su familia a la iglesia todos los domingos. Cuando era pequeña, solía ir al coro infantil, iba al culto y a las clases dominicales. Su familia la quería muchísimo y, aunque en realidad era un poco rara, tenía amigos. El tiempo pasaba y ella crecía y crecía. Seguía asistiendo a la iglesia y todo parecía ir de maravilla. Pero detrás de esa adorable sonrisa se encontraba el dolor y la soledad. Nadie parecía darse cuenta de lo que esa pequeña niña sufría. Así que un día ella decidió suicidarse... ¿Que fea historia, verdad? Y ¿Sabes que es lo peor? Esa historia es real. Es mi historia. Pero no te alteres. Como podrás ver (mejor dicho leer), sigo viva. Aquí esta mi testimonio que por cierto me costó años poderlo compartir, pero yo sé que sería muy egoista no compartir con el mundo lo que Dios hizo por mí. No sé por que, pero me expreso mejor sobre mis sentimientos en...